jueves, abril 20

LA LUZ DE LOS EXPLORADORES




En pocos sitios del mundo el mar se muestra con tanta bravura y peligro como en el encuentro de los océanos del Cabo de Hornos. En un radio de pocas millas hay un compendio de naufragios inimaginable.
Esta fue una ruta de intenso tránsito hasta la construcción del Canal de Panamá, debido a que por el ártico los hielos impiden la navegación, no quedando ruta posible para unir la costa pacífica de América con Europa.
En el año 1884, Argentina hace un grandísimo esfuerzo e instala un providencial faro en la Isla de los Estados, última esperanza para los navegantes de la época. En esta base, se dispone un grupo de salvamento encargado de rescatar a cuanto náufrago hubiera en las inmediaciones, proporcionándoles comida y calor hasta que otra embarcación pudiera encargarse de su traslado.

El faro fue bautizado como Faro San Juan de Salvamento, pero se lo conoce como Faro del Fin del Mundo por inspiración de la novela homónima de Julio Verne. Algunos científicos coinciden en que era el Cabo Cañaveral de la época, por su función de escala previa a las expediciones hacia la Antártida, pues luego del Faro venía “lo desconocido”.
Hoy los restos del faro original están en el Museo del Penal de Ushuaia, en una maqueta a escala real, donde se recrean las tareas de salvamento y arqueológicas que desarrollaban sus ocupantes.

En la excursión por el canal de Beagle se visita otro Faro, más moderno, también llamado Faro del Fin del Mundo. En ese paseo se ven pigüineras, lobos marinos y una gran variedad de aves como el cromorán, cormorán real, albatros y algún petrel. Con suerte en el trayecto se pueden cruzar orcas y alguna ballena pequeña.
El regreso se puede hacer embarcado u, optando por la parada de la Estancia Harberton, se puede regresar por tierra atravesando un bellísimo paisaje costero con bosques de lengas y coihues.